25 ene 2013

La corrupción de los indultos

La corrupción generalizada que vive España tiene otra vertiente en el tema de los indultos. Ya el PSOE antes de irse del Gobierno indultó a Alfredo Sáez, nº 2 del Banco de Santander. En 1994 presentó una denuncia contra unos empresarios, que el juez Pascual Estevill admitió y los condenó a penas de cárcel. Después se demostró que era una denuncia falsa y se condenó al juez Estevill por prevaricación. A Alfredo Sáez también se le declaró culpable, y en noviembre sin dar ninguna explicación a nadie, lo indultaron.

Y ahora llega el caso de Ramón Ríos Salgado. El 1 de diciembre de 2003 se mete en sentido contrario por la autopista AP-7, en plan kamikaze, y choca contra el coche de Jose Dolz España, un chaval de 25 años que muere en el accidente. Su novia sobrevivió. Era un chaval que trabajaba en un matadero de aves y se iba a casar al año siguiente. Ramón Ríos, directivo de Opel, empresa que le defendió porque iba en un coche suyo, resulta que es primo de José Ignacio Echaniz Delgado, Consejero de Sanidad del Gobierno de Cospedal. Además, lo defiende Esteban Astarloa, hermano de Ignacio Astarloa, el orejón de la foto que he puesto, Secretario de Estado de Justicia con Aznar, y diputado del Congreso. Hay que añadir que en el bufete de abogados que lo defiende, Uría y Menéndez, uno de los más caros de toda España, también trabaja el hijo del ministro Gallardón. ¿Se puede tener más enchufe? Para perplejidad de la familia del fallecido, y contra el criterio de la Fiscalía y de la Audiencia Provincial, el Gobierno lo indulta de su pena de 13 años de cárcel.

Es un escándalo sangrante sobre todo comparándolo con esos casos como el de David Reboredo, que ha tenido que entrar en prisión hace poco, condenado por vender dos papelinas en 2006 y 2009, tras vencer su adicción a las drogas y rehabilitarse por completo. Le deniegan el indulto a pesar de contar con el apoyo de toda la comunidad.  Convierten la democracia en una cloaca.

Para firmar e informarse de la petición de indulto de David Reboredo, pincha aquí